10 enero, 2006

Enterrar a los muertos

Cuánto tarda un país en superar una Guerra Civil? Y una dictadura? Hay expertos que dicen que las cosas no se superan hasta que han muerto todos los supervivientes directos e hijos. En ese momento el testimonio real se convierte en "historia" y pasa de las sobremesas domésticas a los libros escolares. Siguiendo esta línea de razonamiento, España seguirá sumida en la división, en enfrentamiento y el miedo a una nueva dictadura hasta que mis hijos tengan nietos (al ritmo que vamos con la natalidad, será por ahí el 2110).
También hay que admitir que es humano tener miedo al cambio, especialmente a los cambios importantes y contrarios a los principios inculcados en la infancia. Cuando uno se ha criado en un país aislado del exterior en el que cualquier cosa diferente era tildada de extranjera, roja, anti-patriótica y diabólica, y sus creadores eran suprimidos de la faz de la tierra por la mano paternal y protectora del quien fuera Generalísimo por la Gracia de Dios; es normal que de adulto mantenga una visión del mundo monolítica, azul, patriótica y cristiana. La capacidad de comprensión, empatía y tolerancia debe también codificarse de pequeño.
A mí no me escandaliza que un teniente general de 63 años, de Palencia, criado en la España más reacia de los años 40/50, diga que sacará los tanques a la calle si alguien se atreve a modificar la constitución. No esperaría otra cosa! Porque la única arma de defensa que concibe su mente, pasa por matar a unos cuantos rebeldes a cañonazos. Y para controlar las limitaciones de su concepción democrática están las instituciones, que esta vez se han portado con rapidez.
Lo que me pone los pelos de punta, es el pollo que se ha montado por esto! Si hubiéramos superado los muertos de nuestra historia, este capítulo hubiera estado en las páginas interiores de sucesos del estilo "mira otra loco que quiere sacar los tanques". Pero NO! Está en primera plana y en boca de todos, es un artículo de "interés nacional". Y eso me preocupa. Me angustia que todo un país crea que si el estatuto se aprueba, este señor tendría suficiente poder de convocatoria en el ejército para sacar los tanques a la calle, derrocar al gobierno y revocar el nuevo Estatut por la fuerza de las armas. Me da que pensar, que España crea que esto podría suceder hoy y aquí, que no es un pasado que se resiste a morir porque la dictadura fue larga y los cambios son lentos. Me asusta que las nuevas generaciones (esas que deberían convertir esto en historia), estén de acuerdo con sus abuelos sobre qué es España y cómo debe gobernarse. Quizás el rasgo definitorio de la "españolidad" de la que tanto fardan algunos sea la incoherencia? Puedo hacerme apátrida, por favor?

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2 Comments:

At 12 enero, 2006 23:57, Anonymous Anónimo said...

He retrasado mi comentario a éste posting hasta tener tiempo de razonar un poco y encontrar un hueco para escribir algo medianamente decente sobre el asunto del que aquí nos trata.
Una vez más, disculparme por la extensión del comentario, pero los que me conocen ya saben que estos temas me encienden y no me puedo resistir.

No me deja de sorprender que la autora de este posting no se escandalice con los comentarios del Teniente General Mena y le sorprenda que esté en primera pagina de todos los periódicos nacionales (y no pocos internacionales). No ver la magnitud del suceso me parece incomprensible. Quizás se trate de un desconocimiento del asunto del cual se trata, porque dejarlo como anécdota de un loco que quiere sacar los tanques a la calle no es darle la dimensión adecuada.

El Teniente General José Mena Aguado es (era) el general jefe de la Fuerza Terrestre del Ejército de Tierra. Contra lo que sugiere su denominación, este mando no agrupa todas las unidades del Ejército, pues las más operativas (la Brunete, la Legión o la Brigada Paracaidista) dependen de la Fuerza de Maniobra, con sede en Valencia (¿que ciudad fue en la que se pasearon los tanques por la calle en el 23-F? Valencia). Eso no quiere decir que sea un cargo irrelevante. El teniente general de Sevilla tiene un importante papel institucional y dicha capitanía general está llamada a ganar más peso cuando culminen los planes de reorganización del Ejército de Tierra.


¿No merece salir en primera pagina el hecho de que general jefe de la Fuerza Terrestre del Ejército de Tierra apelara a la intervención del Ejército si la reforma de Estatuto de Cataluña sobrepasaba los "límites infranqueables" de la Constitución, y si estos límites fueran sobrepasados sería de aplicación el artículo octavo de la Constitución? (El artículo 8 atribuye al Ejército la misión "de garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el orden constitucional” (SIC))

¿No merece salir en primera pagina el hecho de que el secretario de Comunicación del PP, Gabriel Elorriaga, no condenara las declaraciones sino que las considerara "inevitables" como "reflejó de la situación" política? Luego rectificó, pero hay queda esta perla de un tío del PP que, sin que sirva de precedente, dijo lo primero que le sugería el hecho.

¿No merece salir en primera pagina el hecho que Rajoy, en un intento de “ suavizar” las declaraciones del Sr. Elorriaga, acusó ayer al Gobierno de "jugar a la ruleta rusa" y de crear "tensión inútilmente" con la reforma del Estatuto catalán, y que es "El barullo y el lío" que genera Zapatero con este asunto el origen del discurso del teniente general Mena?

Vamos, a mi SÍ me escandaliza, SÍ tiene importancia y SÍ debe salir en primera pagina de los periódicos.

Lo triste es que en España sigamos teniendo una constitución en la que en un artículo se diga que el garante de la unidad de España y de defender su integridad territorial sea el Ejercito. Pero claro, la constitución no se puede tocar, aun cuando esta fue redactada hace un hace un puñado de años y concebida con la prescripción de agradar/desagradar en cierta manera a todos por igual y la idea de no molestar a nadie, es decir al ejercito.

Por último me gustaría recomendar encarecidamente la lectura del artículo de opinión de Josep Ramoneda, hoy en El País. Para los que no hayan tenido el placer de leerlo, me permito el lujo de añadirlo como cometario a este posting. No se si será legal, pero me da igual. La buena escritura y la claridez de ideas debieran ser patrimonio universal.

 
At 13 enero, 2006 00:03, Anonymous Anónimo said...

Desacralizar
El pronunciamiento del general Mena y las reacciones que ha provocado dan la razón a los que piensan que, 27 años después, la Constitución española necesita una revisión. El artículo 8, al que el general hizo referencia, que atribuye al Ejército la misión "de garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el orden constitucional", es un típico apaño de la transición. La Constitución se redactó bajo la presión de un ruido de sables, debidamente alimentado desde algunos sectores, del que nunca sabremos con exactitud lo que tenía de amenaza real. Pero el fantasma del golpismo estaba presente y condicionó a los legisladores, que se sintieron obligados a sembrar la Constitución de ambigüedades, anacronismos o eufemismos. El artículo 8 es un ejemplo de estos defectos. Es ambiguo sobre la sumisión de las Fuerzas Armadas al poder civil; es anacrónico, impropio de una Constitución democrática de finales del siglo XX; y está situado en un lugar -el título preliminar- que le da una prestancia y una solemnidad que no le corresponde.

Si se hace una lectura sistemática de la Constitución, no hay duda sobre la supremacía del poder civil sobre el militar (Art. 104). De modo que el artículo 8 debería ser una reliquia histórica sin mayor trascendencia. Pero las palabras del general Mena y sobre todo la reacción del PP y de muchos líderes de opinión de la derecha hacen pensar que esta interpretación democrática de la Constitución no está plenamente asumida.

Al considerar que las declaraciones del general son inoportunas pero llenas de razón y comprensibles por la situación política de España, se está alimentando la peligrosa idea de que las Fuerzas Armadas tienen una misión: proteger la unidad de la patria cuando consideren que está en peligro, lo que, en la medida que está especificado en el título preliminar de la Constitución, les sitúa excepcionalmente al margen de su obligación de obediencia al poder político. Con lo cual, el Financial Times tiene razón: "La Constitución debería reformarse para dejar clara la supremacía del poder civil sobre el poder militar". Si la derecha en 30 años no ha acabado de entenderlo, mejor será que abandonemos las ambigüedades constitucionales para ahorrarnos algún susto.

Los que, al modo del general Mena, interpretan que el artículo 8 otorga al Ejército la defensa de la unidad nacional están haciendo una lectura errónea y sumamente peligrosa. Errónea, del conjunto del texto constitucional e incluso del propio sentido del artículo 8: la expresión "defender la integridad territorial" se refiere usualmente a ataques provenientes del exterior. Peligrosa porque da a entender que el Ejército podría intervenir contra reformas llevadas a cabo siguiendo los procedimientos democráticos, con sólo que sus jefes interpretaran que amenazan la unidad de la patria. Y, sobre todo, porque establece una línea divisoria interna entre ciudadanos de España, que actúa como un factor separador, motor más eficaz del separatismo que las ambiciones de los nacionalismos periféricos. Al escorarse hacia estas posiciones, el grupo que controla el PP está dando munición a Zapatero para poder volver a movilizar a la totalidad de la izquierda frente a la amenaza del retorno de la peor derecha.

El episodio Mena demuestra que para amplios sectores de la derecha las Fuerzas Armadas siguen simbolizando una cierta idea de España y siguen gozando de cierta autonomía frente al Gobierno. El artículo 8 contribuye a ello. Permite alimentar la creencia de que las Fuerzas Armadas, por encima de los avatares del poder político, tienen la misión de salvar la llama sagrada de la patria.

Tiene razón y motivos Zapatero para intentar desacralizar el nacionalismo español y conducir la cuestión territorial hacia el ámbito de la normal negociación democrática para el reparto del poder. El problema es que está rodeado. Para avanzar en este campo tiene que aliarse con unos nacionalismos periféricos tan sacralizadores como el español. Al tiempo que tiene enfrente una derecha que, a la vista de este episodio, hay que pensar que todavía le faltan algunos fundamentos democráticos básicos. Todas las naciones son una ficción, pero como decía J. M. Schwartz: "El todo imaginado es, de hecho, aún más ficticio que la suma de sus partes".

Josep Ramoneda. El Pais 12/01/2006

 

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