13 enero, 2006

El reino del Dragón de Oro, Isabel Allende, 2003

Supongo que es terrible que se te muera un hijo. Espero seguir suponiéndolo toda mi vida. Pero lo cierto es que Allende nunca volvió a ser la misma escritora, perdió el realismo mágico que tanto me gustaba en ella y se convirtió en narración. Después del periodo de duelo con Paula y Afrodita, entró en la saga chilena y pareció que se podía volver a adivinar un cierto "toque especial", pero no llegó a cuajar. Me parece que hasta ella misma lo vió y inició está serie de relatos infantiles sobre los valores de la amistad y la conservación de los espacios vírgenes del planeta. Hay pocos autores de los que me haya leído casi todo lo que han publicado y Allende es una de ellas, así que sigo leyéndola a pesar del cambio. Cuando he terminado algún tocho (como el No Logo) me entretengo con una fábula como esta.
El libro y la historia en sí, no son de grandisima calidad, pero son entretenidos. Supongo que a los seguidores de Coelho (al que ya hemos vilipendiado en numerosas ocasiones en este blog), les podría parecer un libro extremadamente profundo y de alta carga emocional. Seguro sacarían una lectura kármica excelente de esta aventura de unos malos para robar una oráculo de un país inexistente en medio del Himalaya. Y de los buenos (2 niños, una abuela y un lama) para rescatar al rey y al dragón.
Yo personalmente no le saco lectura trascendental. Es un libro para niños, bien escrito y entretenido. En la línea de los 2 primeros Harry Potters. No hay más.

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