13 agosto, 2007

La pequeña nación

Parece que el tiempo se me escurre entre las manos cuando no tengo nada que hacer... Quería sentarme a hablar de belize, ese país del que sólo conozco el norte, tierra de muchos mestizos y pocas playas paradisíacas.
cuando uno habla de belize, el oyente se imagina hamaca, palmera, daikiri. el belize que yo me he encontrado tiene dos lados tan diferentes que parece mentira que pertenezcan al mismo lugar: las ciudades y la naturaleza. En casi toda la américa que conozco se produce esa dicotomía, pero en ningún lugar como en Belize.
Belize city (diga lo que digan las guías sobre su "encanto colonial") está que se cae a trozos, mal cuidada, surcada de canales llenos de basura en descomposición. Si algún día tuvo encanto de casitas británicas, los 20 años de independencia se lo han tragado a una velocidad inexplicable. el paseo marítimo está lleno de objetos no pertenecientes a ninguna especia marina, como botellas, latas, bolsas, restos de comidas, etc.
Los cayos de belize: espectaculares. Si lo hubiera sabido, nunca hubiera pasado ni un minuto en la ciudad, pero así son las cosas. Ese arrecife de coral es IN-CREIBLE. Era como cruzar la frontera entre basurero y vida. las playa están limpias, el ambiente es relajado, los cafés no son mugrientos, puedes pasear por la calle sin miedo. y dentro el agua te espera lo mejor que yo he visto en términos de naturaleza después de Iguazú: de mayor quiero ser submarinista! sé que es un tópico imperdonable en mí, pero es que de verdad no os puedo explicar con palabras lo que ves cuando metes la cabeza debajo del agua y ya dominas la coordinación respiratoria. cuando te quedas ahí quieta y te conviertes en parte del ecosistema, cuando los peces vuelven a salir de los escondites donde se metieron pensando que eras un tiburón. brutal. No tengo otra palabra. Teneis que probarlo.

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