09 febrero, 2006

Caché

Hay películas como esta, que deberían traer una advertencia del estilo: "No visionar sin tener todas las neuronas funcionando y centradas en la pantalla". Porque si no estás en las condiciones descritas, si tienes la mente en otro lado, si te sobrevuelan nubes de tormenta y te capturan angustias no provocadas por las imágenes del celuloide, sales del cine con esa horrible sensación de "no soy más tonta porque no me entreno" (aunque me entrenara, igual no podría, pero eso es otro debate... jeje). El planteamiento de la película me gustó mucho: qué haces si alguien te manda grabaciones de tu vida cotidiana sin nada más? sin amenazas, sin agresiones. La policia no puede hacer mucho pero la tensión desdibuja los principios de los protagonistas, les hace mentir, les hace callar, les hace ser peores personas regidos por el miedo a que aquello que desean olvidar salga a la luz. Donde termina una película sobre los miedos humanos? No tiene fin. Los hombres y las mujeres somos esclavos de nuestros pánicos y paranoias. Esta era la película que hubiera esperado ver después de la primera media hora, me hubiera dado pie a un comentario muy interesante. Pero el autor decide contarnos la historia (que no puedo desvelar, por supuesto) y ahí mi futurización de la película colisionó con la historia real que había imaginado el guionista. Me desconcertó, lo admito, pero me hubiera gustado mucho más que siguiera en la línea de profundizar en las consecuencias que no en la de explicar las causas. Las causas que nos llevan a ocultar hechos pueden ser múltiples, pero las consecuencias son parecidas y de ahí la película se hace mucho más amplia, más humana y más terrible.

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