14 octubre, 2005

El Yin-yan de los gustos

A veces se me ocurren cosas para el blog a mí solita! Como esta, que me salió así de repente en una conversación por el chat y pensé: tate, esta me la guardo para ponerla en el blog sin tener que admitir otro robo!! Y como siempre, versa de mi tema favorito: la incomprensión entre los sexos y mi misión suicida de intentar que logren entenderse.
La conversación que da origen a esta teoría hablaba sobre los hombres que prefieren como pareja a una chica que no les de problemas; alguien de quien no estén locamente enamorados, pero con quien se sientan felices, cómodos y contentos. Resulta que últimamente, 3 hombres que no tienen nada que ver entre ellos, me han contado lo mismo (y ya sabeis que 3 es el número necesario para la teoría). Me he puesto a pensar porque las mujeres con las que lo comentaba se escandalizaban: cómo puedes compartir tu vida con alguien a quien no amas con locura?
De ahí surge la paranoia de hoy. Creo que el rasero por el que hombres y mujeres miden la cantidad de su amor (y por ende de su felicidad) es diferente y diametralmente opuesto. Por eso, ambas partes de una misma mitad se complementan perfectamente y logran emparejarse, de ahí la imagen del yin-yan que da título al capítulo de hoy.
Un hombre es feliz con una mujer que, en resumen, no le de la lata: que le haga reir, que tenga conversación decente, que vaya sola por la vida, que sea agradable compañía, guapa y buena en la cama. Una mujer es feliz cuando ama mucho, y amar mucho significa sufrir mucho. Por eso, el famoso resultado de que las mujeres prefieren a los canallas, a los vagos, a los que no las quieren, a los que nos ponen el reto de domarlos y cambiarlos. Porque si una relación es fluida, sencilla, lo primero que decimos a las amigas es: "todo es demasiado bonito, seguro que tiene a otra para pelear". En cambio con el canalla indomesticable solemos comentar: "a veces me hace sufrir un poco, pero los momentos buenos son insuperables y en las parejas ya se sabe que no todo es perfecto". Y de ese modo cerramos el círculo aceptando a hombres que quieren otro tipo de mujer y luchando para cambiarles y conseguir que se enamoren locamente de la que verdaderamente somos. Todas las listas tienen algo de tonta y todas las tontas tienen algo de muy listas, de nuevo el yin-yan.

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