21 febrero, 2007

El Ocaso del Samurai (2002)

Sí, ya lo sé, hacía siglos que no comentaba una película. Pero mi contrato especificaba un cero en periodicidad. :P El caso es que hace unos días por fin pude ver esta película que en su día se me pasó, y he considerado que había que compartirla.

Estamos a mediados del s. XIX en Japón, cerca del final del dominio de los samurais sobre la sociedad japonesa, una época tan pésimamente descrita en películas como El Último Samurai, sin entender absolutamente nada de Japón y su historia. Muchos samurais son para entonces meros funcionarios que trabajan para su clan como lo haría hoy en día un oficinista y ganan poco dinero. Nuestro protagonista, Seibei, es uno de esos samurais, y desde la muerte de su mujer, está a cargo de sus dos hijas y su madre, senil. Por ello, al terminar su trabajo, corre cada día antes del anochecer a su casa para cuidar a su familia y hacer algún trabajo extra que permita mantenerla, rechazando siempre las invitaciones de sus compañeros samurais de ir a beber y a prostíbulos. Y así, sus compañeros le han apodado "Seibei del Ocaso".

La reaparición en su vida de una antigua amiga de infancia comienza a dar un giro a su vida. Pero una decisión de los jefes de su clan puede echar al traste un futuro mejor.

El Ocaso del Samurai es una historia de entrega, devoción y amor, que nos revela un auténtico "héroe del día a día", dispuesto a todo tanto por los suyos como por la justicia. Es imposible nada más empezar la película compadecerse y admirar a un hombre que con entereza, paciencia y repleto de bondad, trata de salvar a su familia de la ruina. Un hombre que detesta la violencia, pero que defendería con su vida si fuera necesario a los suyos. Alguien tan modesto que, aunque tiene la felicidad a la vuelta de la esquina, no se cree digno de ella.

No puedo contar mucho más sin desvelar demasiados detalles, así que mejor dejaré que la descubrais por vosotros mismos. Termino con una de tantas memorables citas de nuestro protagonista:

"He perdido el deseo de blandir una espada. Una lucha de verdad, asesinar a un hombre, requieren una ferocidad animal y un tranquilo desprecio por la propia vida. No hay nada de esos impulsos en mi ahora. Quizás en un mes... solo, entre las bestias en las colinas, podría recuperarlos. Pero me temo que mañana será completamente imposible".

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